sábado, 13 de diciembre de 2014

El amor sano respeta nuestra autonomía

Cuando alguien nos ama de verdad no nos usa como instrumento para su propio goce ni tampoco esclaviza nuestra autonomía.

When somebody really loves us it doesn't use us like instrument for their own enjoyment neither it enslaves our autonomy.

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Amor por alguien versus autorrealización.

Cuando el amor es un tormento....

Existen, al menos, dos factores clave que afectan la dignidad personal en las relaciones afectivas; pero hay que tener en cuenta que el tema no se agota con esta clasificación.

Convertirse en un instrumento para satisfacer a otros.

El sacrificio que se exige en nombre del amor puede ser una excusa para utilizar al otro para los propios fines. En muchas culturas, el usufructo realizado en nombre del amor ha sido visto como una consecuencia natural del matrimonio: si lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, si establecemos una relación sobre la base de la despersonalización y el canibalismo afectivo e intelectual, entonces tu cuerpo es mío, tu mente me pertenece, tu libertad es parte de mi patrimonio, y viceversa. Intercambio de identidades: definitivamente tenebroso.

Tanto los golpes físicos como el maltrato psicológico afectan la dignidad. Sin embargo, mientras que el castigo físico deja marcas y queda registrado en la piel, el maltrato psicológico suele ser invisible para cualquier observador.

Juana se quejaba porque su marido la obligaba a tener relaciones sexuales cuando ella no quería. No le pegaba, sino que la hacía sentir culpable o la amenazaba con que la iba a dejar. En una cita, el esposo me comentó: "Esto no es abuso, ni violación ni nada por el estilo. Simplemente es mi mujer y tengo derechos...". El hombre había perdido el norte. ¡Obviamente era abuso! Al considerar solamente sus pretendidos "derechos" y olvidar los de su pareja, cosificaba a su mujer, la utilizaba como un objeto sexual.

Si dejas que tu pareja se aproveche de ti o te explote en algún sentido, has traspasado los límites del amor digno.
Una cosa es decir que vivo con mi pareja (afirmación democrática respetuosa) y otra muy distinta que vivo mediante ella (afirmación utilitarista y manipuladora).
De todas maneras, debemos reconocer que cuando la vida está en juego, no siempre es fácil defender la dignidad, pese a que la historia de la humanidad está repleta de personas que lo arriesgaron todo antes de aceptar un trato indigno. No olvides que nadie puede utilizarte y convertirte en un instrumento sin tu consentimiento.

Perder autonomía.

El equilibro entre "tus derechos" y "mis derechos" es supremamente delicado. Por ejemplo: ¿habría que pedirle permiso a nuestra pareja para salir a algún sitio, desempeñar una nueva actividad o hacer un viaje? Una señora ya entrada en años me decía: "Mi marido es encantador, generoso y nada machista: siempre me da permiso para salir".
Obviamente no se trata de "desaparecer" sin dejar rastro, es mejor avisar y si hace falta aclarar alguna incomodidad o mal entendido, si lo hubiera, Pero, ¿pedir permiso...? ¿Qué tipo de vínculo amoroso puede haber cuando uno de los dos detenta la autoridad para otorgar indultos y aprobaciones de todo tipo?
Salir con las amigas o los amigos no tiene por qué terminar en una aventura, y si ésa es la preocupación del que se interpone, es mejor pedir ayuda profesional. Lo que debe pesar a la hora de tomar decisiones no es la ley del más fuerte sino la fuerza de los argumentos. Si todo va bien, tendremos una red de posibilidades funcionando al mismo tiempo: mis planes, tus planes y nuestros planes.

Una paciente recién casada consultó conmigo porque no podía ir a visitar a su familia sin el consentimiento del marido y no sabía qué hacer al respecto. Reproduzco parte de una entrevista que tuve con ella.

Paciente: Estoy sufriendo demasiado, yo quiero ir a visitar a mis padres con más frecuencia, pero él no me deja ir porque dice que mi nueva familia es él.
Terapeuta: ¿Tienes algún problema con tu familia, algo difícil de manejar?
Paciente: Todo lo contrario.
Terapeuta: ¿Dónde viven tus padres?
Paciente: A veinte cuadras de mi casa.
Terapeuta: ¿Por qué le pides permiso a tu esposo para ir? ¿No has pensado en simplemente ir sin preguntarle?
Paciente: Se pondría furioso…
Terapeuta: ¿Te agrediría físicamente?
Paciente: Probablemente me dejaría de hablar.
Terapeuta: ¿Y nada más?
Paciente: Eso es horrible.
Terapeuta: ¿Por qué "horrible”? Lo veo más incómodo que "horrible".
Paciente: Vivir con alguien que no le habla a uno es terrible! ¡No es normal!
Terapeuta: En eso estamos de acuerdo, no es normal. Me pregunto qué es más importante: si tu libertad o que él te dirija la palabra. La aparente fortaleza de él está asentada en tu debilidad, en tu miedo a los silencios. Creo que debes dar la lucha. Si accedes ahora a sus peticiones irracionales, llegará un momento en que no podrás retroceder. Empieza a poner límites... Si no puedes decidir cuándo y cómo visitar a tu familia, no podrás decidir nada...
Paciente: Ya lo he pensado. Creo que una relación debe permitirle a uno ser como es...
Terapeuta: Bueno, depende... Si tu pareja tiene la costumbre de golpearte cada vez que se le antoje, no creo que debas aceptar eso como "normal" y "dejarlo ser", simplemente porque estaría violando tus derechos. Ése es el límite. Pero lo que tú pides es lógico y adecuado, así que no estás violando ningún derecho de tu pareja. Casarse no es enterrar a tu familia consanguínea.

El joven marido nunca quiso asistir a las citas. Finalmente se separaron cuando ella consiguió trabajo, porque el hombre comenzó a prohibirle las "llegadas tarde", así fueran por cuestiones laborales.

Fuente: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy".

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