viernes, 12 de diciembre de 2014

El amor saludable tiene sus límites

El amor es un sentimiento que debemos poderlo controlar para evitar que él nos controle.
The love is a feeling that we should can him to control to avoid him to control us.

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“Haría cualquier cosa por ti, si me lo pidieras". ¿Quién no ha dicho esta frase alguna vez en su vida, bajo el efecto hipnótico del enamoramiento? ¿Y cuántos no se han arrepentido luego?

Amor sin límites, sin condicionamientos, libre de pecado y más allá del bien y del mal. Existir para el otro, vivir para el amor, consagrarse a él y realizarse por medio suyo, junto a la persona amada.
Y si eres mujer, la cosa es peor: "Estás hecha para amar", afirmaban sin pudor pensadores de la talla de Rousseau y Balzac.

Amar hasta reventar, hasta agotar reservas, hasta "morir de amor", como cantaba Charles Aznavour. Romanticismo a ultranza, descarado, febril, ilimitado, que todo lo justifica, hecho para valientes, para quienes están dispuestos a entregarse hasta la médula y sin recato, no importan las consecuencias. La consigna del amor irracional es terminante: si no hay abdicación del yo, si la subordinación al amor no es radical, entonces ese amor no es verdadero.

"Sacrificio y amor van de la mano", dice la sabiduría popular, porque así fue concebido por la civilización desde los comienzos. ¿Que ya está pasado de moda, que el postmodernismo ha erradicado totalmente tal concepción? Lo dudo. Pienso que la exigencia de un amor irrevocable y sometido al otro sigue tan vigente como antes, aunque más solapado y maquillado por las reivindicaciones y conquistas sociales, sobre todo las feministas.

Estoy de acuerdo con el sociólogo Gules Lipovetsky cuando afirma que aunque se ha intentado desmontar el culto femenino al amor, la tan anhelada revolución afectiva aún está en pañales. Las mitologías del amor (…) todavía están presentes en el imaginario de infinidad de mujeres.

En general, la mayoría de la gente que me consulta lo hace porque tiene un problema relacionado con un amor mal manejado, por un sentimiento que nos envuelve y nos controla. Y de estas consultas psicológicas, el ochenta y cinco por ciento son de mujeres. Obviamente no se trata de vivir sin amor y negar el hecho de que en algunas relaciones, tal como decía Roland Barthes en su libro “Fragmentos para un discurso amoroso”, "arder" es mejor que "durar".

Nadie desdeña la experiencia amorosa en sí misma, sino las terribles secuelas de su idealización sin fronteras. Los mitos, en psicología cognitiva, son ideales inalcanzables, salidos de toda posibilidad y anclados en un "deber ser" definitivamente contraproducente y sin sentido.

No se trata de destruir el amor, sino de reubicarlo, ponerlo en su sitio, acomodarlo a una vida digna, más pragmática e inteligente. Un amor justo y placentero que no implique la autodestrucción de la propia esencia, ni que excluya de raíz nuestros proyectos de vida. El amor no lo justifica todo, no es Dios, aunque hayamos establecido esa correlación a través de los tiempos.

Autor: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy"

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