Autor: Antonio Arzabe Reque.
La obra BOQUERÓN, de Antonio Arzabe Reque, a diferencia de algunas escritas sobre la Campaña del Chaco, tiene el gran mérito de haber sido creada por un actor auténtico de la guerra, el que dentro del ambiente que le rodeó, ha logrado captar las realidades de las varias acciones que conformaron la Defensa de Boquerón.
ANTONIO ARZABE REQUE, soldado raso del Regimiento “Campos” 6 de Infantería, ha vivido junto con sus camaradas las horas angustiosas del famoso “cerco”. Psicólogo y de espíritu reposado, interpreta fielmente las distintas reacciones de los diferentes combatientes en los momentos intensos de lucha, en las horas de exacerbante calma, haciendo vivir el cuadro real al lector.
Sus palabras, expresadas en forma sencilla, sus razonamientos y críticas se ajustan a la realidad. Es la narración ordenada de lo que ve y siente un soldado que por su jerarquía no puede penetrar al pensamiento, concepción y decisiones de los Comandos; pero, sin embargo, a través de las órdenes y pequeñas acciones interpreta el espíritu de los Jefes.
BOQUERON antes de ser impresa, fue sometida a la opinión pública en forma de ensayos, conferencias, difundida fraccionariamente por las radioemisoras de Oruro y en alguna ocasión radioteatralizada, habiendo tenido buena acogida por la crítica. No dudo que por su estilo claro, la descripción cruda y real, la fe en el patriotismo y rendimiento del soldado boliviano sea una obra bien aceptada por los círculos intelectuales del país.
El autor, con extremada paciencia, ha ido compilando día a día en plena guerra, los acontecimientos que sucedían a su alrededor. Su Diario de Campaña, base de la presente obra, fue escrito en los intervalos de la lucha cuerpo a cuerpo, en los instantes de calor abrasador que enmudecía las ametralladoras o robando a su sueño los momentos más preciosos.
Gustará el lector del intenso drama y vivirá intensamente las minutos de excelso heroísmo de la defensa de Boquerón.
Tcnl. DEM. Augusto Ríos R.
ANTONIO ARZABE REQUE
BOQUERÓN
DIARIO DE CAMPAÑA
Mes del sitio del glorioso reducto chaqueño
ORURO - BOLIVIA
1961
Homenaje a todos los caídos en la Campaña del Chaco y a los que aún sobreviven a aquella hecatombe nacional.
EL AUTOR
A MANERA DE PROLOGO
Querido lector:
Pongo en tus manos, una obra nacida en gran parte, en las mismas arenas del Chaco; escrita en los momentos cruciales del combate, y bajo el influjo del dolor y la desesperación.
Toda ella siguió la ruta del cautiverio y fue salvada de los actos de requisa a que sometían los inspectores paraguayos en la vida de cautividad.
Encontrarás en ella, muchos trozos extractados del libro “Boquerón”, del Mayor Alberto Taborga, y del libro “La Guerra del Chaco”, del Coronel Aquiles Vergara Vicuña; los he tomado, porque ellos me trajeron a la memoria muchos actos que había olvidado.
La presente obra no aspira a ser un trabajo de literatura. Es un diario de guerra, escrito por un soldado modesto, que no anhela otra cosa que dar a conocer una etapa gloriosa de las actuaciones de nuestros soldados, oficiales y jefes a quienes el destino señaló actuar en el REDUCTO DEL FORTÍN BOQUERÓN. Y si lo doy a publicidad, no es mi deseo, sino la voluntad de la Federación Departamental de Ex Combatientes de Oruro, quienes me ordenaron en asamblea darlo a conocer por intermedio del diario “La Patria” de la ciudad de Oruro, con motivo del Mes del Sitio de Boquerón. Sea en buena hora; porque de esta manera, he levantado el espíritu deprimido de los ex combatientes de la Guerra del Chaco, y, porque de esta manera han conocido las generaciones presentes, y conocerán las que vienen, la página más gloriosa escrita de un puñado de valientes, allí en la Guerra del Chaco.
Muchas veces se oye o se lee en carteles, periódicos, o en los labios de los mismos ex combatientes las palabras “Boquerón”, “Alihuatá”, “Kilómetro 7”, etc., sin saber qué significan aquellos nombres, sin que se den cuenta qué representan éstos; sonando de esta manera en los oídos de los jóvenes de hoy como una cosa hueca, sin importancia… Pero ahora lector: lee el presente libro, porque él representa el himno sacro a la heroicidad de nuestros soldados que lucharon en las candentes arenas del Chaco para salvar de la codicia de un país vecino nuestros yacimientos petrolíferos del Sudeste, en cuya defensa se inmolaron más de 50.000 bolivianos... Todos, por salvar la dignidad de la Patria y sus sacros intereses.
Por esta razón, he puesto en el presente trabajo, todo mi empeño y esfuerzo; pero si encuentras defectos o errores de dicción, no critiques, ya que mi intención es hacer una obra de carácter cívico.
Al leer esta obra, no sólo debes pensar en los que actuaron en Boquerón; sino, en todos los ex combatientes delChaco; ya que todos ellos se sacrificaron por igual y casi en las mismas condiciones. Estos sufrieron en mayor o menor grado las mismas penalidades de la guerra, las mismas contingencias y es para ellos que se escribe; para cantar los fastos heroicos desde Boquerón a Villa Montes.
Nada tiene de bello; porque los actos inhumanos que se desarrollan en toda guerra, carecen de la belleza que tienen los actos que suceden en un ambiente de paz y de trabajo. Por esto querido lector, lee el presente libro con la sana intención de prometerte a ti y a la humanidad, de laborar siempre por la conservación del orden, del trabajo y la paz de los hombres en este mundo llena de horrores y de lágrimas.
EL AUTOR
ANTECEDENTES DE LA GRAU BATALLA DEL FORTÍN BOQUERÓN
Junio, Julio y Agosto de 1932.
Estos meses han sido de grandes acontecimientos en la vida relativamente tranquila del Chaco; a pesar de que, siempre han existido emboscadas de patrullas o la caza de centinelas, en los que morían o resultaban bajas de parte de los paraguayos y bolivianos, cuyos nombres han servido para denominar los puestos avanzados o los fortines que resguardan contra posibles sorpresas del enemigo.
Después, todo era monotonía. Los días pasaban dentro de la modorra y el fastidio del calor y los mosquitos. Sólo en los fortines donde habían mujeres, éstas se entregaban a la tarea de tejer intrigas entre la oficialidad joven, las mismas que ocasionaban, rencillas, celos y, por qué no decirlo, hasta uno que otro duelo, que nunca se llevaba a efecto “por culpa de los padrinos... “, que siempre sabían subsanar el honor mancillado.
JUNIO... Se descubre la existencia de tropas paraguayas en Laguna Chuquisaca. Se comisiona al Mayor Oscar Moscoso Gutiérrez para ocupar el lado occidental de dicho lago; pero la orden no tiene un límite y la indiscreción de un joven militar arrastra a la Patria dentro de la hoguera de la guerra, donde se desangrará la Nación Boliviana por espacio de tres años y en la que ofrendarán su vida más de 50.000 ciudadanos.
A las acciones de Laguna Chuquisaca, continúan otras, aumentando estas en volumen e importancia; tales son: la toma por tropas bolivianas de Corrales, Toledo, Huijay, y por último, la del Fortín Boquerón, el 28 de julio de 1932.
Es aquí donde encontramos a nuestras tropas ocupando el fortín; ya no se mueven; sólo en otros lugares se producen otras “ocupaciones” de fortines paraguayos. Luego viene un cese de actividades. Están satisfechos los bolivianos con las “victorias” de sus armas, esperando de esta manera dar un escarmiento a las fuerzas paraguayas del que la diplomacia boliviana querría sacar ventaja; pero... las fuerzas enemigas tan solo han hecho un repliegue.
En La Paz, la voz de las multitudes grita “Hasta Asunción! “. Salamanca, por su parte, se dirige al pueblo y arenga: “Pisemos fuerte en el Chaco”, sin pensar que el Chaco está guarnecido por un miserable ejército, casi sin armas, sin municiones, sin un elemental sistema de aprovisionamiento. Sin embargo, se piensa seguir adelante. Es decir, hacia el fortín paraguayo Isla Poí, lugar donde las fuerzas paraguayas se han replegado y donde seguramente tienen un sistema de fortificaciones bien organizado, con un ferrocarril a sus puertas, caminos bien trazados y trabajados. Allí sería la tumba de nuestro ejército; mientras nuestra retaguardia quedaría totalmente desguarnecida, porque somos pocos. Y esto lo saben muy bien nuestros generales; pero, nosotros los soldados no tenernos derecho a hacer consideraciones...
Primeros días de septiembre de 1932.
El general Quintanilla da parte de algunas novedades ocurridas en el Chaco Boreal:
“...Fuerte patrulla destacada de Arce para verificar supuesto abandono Fortín Rojas Silva, constató hallarse ocupado por una sección o una compañía (paraguaya)...“ “...Regimiento 14 viajó sin armamento ni munición, los que proveyéronse Batallón Lairana...“ “...resto esperará sus armas” (que debían llegar recién de La Paz)...
Mientras tanto, ¿qué ocurría allí, en el reducto que ocupaban 430 soldados en Boquerón?
Hace ya más o menos un mes que este fortín paraguayo está en nuestro poder. Ha costado sangre su captura; varias vidas se han inmolado en sus trágicas sendas; el coronel Luis Aguirre y 16 soldados son muertos y muchos los heridos.
Se hacen preparativos para un nuevo avance hacia Isla Poí. Pero tenemos noticias que existen tropas enemigas diseminadas en las picadas que conducen a dicho fortín. Lo hemos constatado porque una patrulla nuestra ha sido aniquilada. Los sobrevivientes nos indican que en el trayecto no existe agua. Nosotros no tenemos ni un carro aguatero que nos provea de este elemento tan necesario para nuestras ametralladoras pesadas y para el sustento de la tropa combatiente sobre una marcha de cuarenta kilómetros, con un sol que calcina, que quema y sofoca... Y más aún, somos tan pocos... ¡Qué difícil se presenta poder amagar al fortín paraguayo Isla Poi...!
Dentro el Reducto de Boquerón.
Se escucha dentro el monte, el ruido seco de los golpes del hacha, cavar de zanjas, órdenes de los superiores que indican mayor vigilancia hacia el enemigo. Los “pahuichis” (habitaciones subterráneas o a ras de tierra) del comandante y del puesto sanitario, ya han sido construidos. Lo mismo los de comandos de compañías... Sólo allá en la linde del monte, se mueven sombras... Son las patrullas que recorren silenciosas, escrutando la selva, alertas a cualquier ruido de la maraña. Las sendas también son motivo de reconocimiento.
Esta mañana sobrevoló un avión boliviano; dejó caer un parte y en él nos comunicaba que hay movimiento de tropas paraguayas sobre el camino que conduce a Isla Poí...
Parece que son ellos los que tomarán la iniciativa del ataque. El coronel Marzana, comandante del reducto, ha enviado un parte al coronel Peña.
Todos los soldados viven momentos de verdadera tensión nerviosa. Nadie abandona su fusil, comen, duermen y van a todo lugar con el fusil debajo del brazo.
“La inminencia del peligro nos une fraternalmente a oficiales y soldados...“ “... los rastros de los satinadores paraguayos van haciéndose más notorios y frecuentes”... “Hace días el subteniente Humberto Núñez del Prado regresó de un reconocimiento a Pozo Valencia”. ¿Qué trajo? Dos soldados heridos; uno de ellos, el soldado Alvarado. Parece que lo veo..., tiene la mandíbula destrozada, la lengua partida. Es difícil curarlo; ¡es terrible! ...la cara destrozada presenta un cuadro dantesco. Sangre que le sale a borbotones... imposible hacerla parar. Su agonía ha empezado... Ha perdido tanta sangre, que pronto muere... Otra fosa que se abre dentro del fortín. Un defensor menos y varios que se van a retaguardia a restañar sus heridas... Pero, el monte impasible sigue guardando su incógnita hasta muy pronto. Sólo los animales dan la nota típica con sus estridentes y lúgubres gritos. El espíritu de la guerra prepara sus fauces, para tragarnos, para triturarnos dentro de sus descarnados miembros... ¡Es la letanía de la Muerte que se avecina!
Les oficiales, mientras tanto van comentando: “Si nosotros constituimos la vanguardia hacia el enemigo, si somos punta de lanza de la conquista, si debemos llegar los primeros a las márgenes del Río Paraguay, ¿cómo es que no tenemos cañones, fusiles, municiones, víveres, agua, zapatos, una elemental estación de radio, o un destartalado camión aguatero? ¿Serán los estadistas y los generales unos dementes irresponsables…”
7 de Septiembre de 1932.
Hoy ha amanecido con una claridad primaveral. El límpido cielo chaqueño da su señal de que tendremos un día caluroso. No hay noticias de que el comando haya resuelto atacar al fortín Isla Poí. Jefes y oficiales se reúnen en el puesto de Comando; no sabemos de qué han tratado.
A las tres de la tarde, tres camiones llegan al fortín conduciendo víveres, municiones y soldados. Más o menos a las tres y cuarenta y cinco minutos se oye ruido de motores hacia el lado boliviano. Son aviones nuestros, que se dirigen hacia Isla Poí.
Han pasado varios minutos, cuando de pronto se escucha la explosión de varias bombas que han dejado caer en el fortín paraguayo. Al retornar, dejan caer dentro de Boquerón, una bolsa que contiene cartas y periódicos.
Nuestros puestos de avanzada, distantes a siete kilómetros de Boquerón, tienen la misión de dar parte telefónico cada hora. Entre los partes arrojados por el avión, existe uno en el que nos indica que tropas paraguayas avanzan por los dos caminos que conducen a ese fortín. Asimismo nos indican que tengamos cuidado y reforcemos nuestra vigilancia.
Noticias de La Paz: “La alta sociedad, se afana en dar los últimos toques a un gran baile de fantasía. ¡Se trata de seleccionar a las bellezas departamentales!”
El general Lanza desde su sector, ha enviado el siguiente parte: “Servicio de retaguardia no colabora. Escasez de gasolina es desesperante, insinúo conminarse se recuerde existencia Tercera División que sirve a la Patria y no intereses particulares. (Fdo.) Gral. Lanza.”
Los soldados y oficiales se reúnen en grupos para comentar: —Ahora parece que la cosa es seria— dice un soldado, y continúa: —Los pilas se nos vienen encima.
—Hubiese deseado que nos den un poco de tiempo más, para arreglar nuestras posiciones —replica otro— ya que se adelantaron a nosotros, no hay más que recibirlos dignamente; que no digan que somos flojos en la guerra y que nos dormimos en el fortín que nos han cedido.
Mientras tanto, en las trincheras, los soldados se mueven como hormigas de un lado a otro, reforzando parapetos, construyendo troneras, despejando el campo de tiro y haciendo cálculos de distancias.
Ha sonado el teléfono del puesto avanzado. Es el cabo que comanda el grupo. Es una llamada urgente. El telefonista corre a buscar al coronel Marzana, quien viene acompañado del teniente Taborga y varios oficiales. Entre ellos se encuentra el coronel Cuenca. Estos se reúnen alrededor del teléfono. Habla desde el otro lado el cabo:
—Aló, ¿con quién?
—Con el Comandante del Destacamento coronel Marzana, —responde la voz viril del jefe del reducto.
—Mi coronel, desde este puesto estamos viendo que los pilas avanzan; esperamos sus órdenes.
—¿A qué distancia están? —pregunta Marzana.
—Más o menos a mil metros, mi Comandante.
—Bien, esperen a que se encuentren cerca, entren en posición, no se delaten y cuando tengan sus blancos asegurados y bien distribuidos, hagan fuego. No desperdicien la munición. Me dará parte de todo; mejor si deja el teléfono sin colgar. Aquí estaré para saber. Siga observando.
Los oficiales que estaban cerca del coronel, estaban callados. Tan sólo las miradas se buscaban, como diciéndose: ¡Ahora es verdad... La guerra comienza...; pero será terrible, sangrienta y hasta el fin…
Nuevamente se escucha la voz del cabo que dice:
—Mi coronel, están a quinientos metros. Son muchos, vienen en filas a ambos lados del camino. Hay tres hombres que vienen detrás, parecen oficiales, mis soldados están apuntando sus armas... esperan mis órdenes para disparar, he ordenado que nadie hable. Mis soldados tienen órdenes de no moverse de sus puestos, mientras podamos resistir.
—Bien, cabo, —-replica Marzana— conserven su serenidad y calma y, cuando vean que ya es imposible continuar, se retirarán sin dejar armas y recogiendo el teléfono. Deben retirarse en todo orden. Ahora siga observando.
—Atrás vienen como doscientos soldados en columnas; sus uniformes son verdes, usan sombrero en lugar de gorra... Están a doscientos metros. Avanzan rápido. Ahora lo dejo mi coronel, ya están próximos; dejo el teléfono para que escuche mis órdenes a los soldados, le hablaré dentro de un momento...
La proximidad de las tropas paraguayas, ha enmudecido a los oficiales que rodean el teléfono. Esta noticia ha corrido como reguero de pólvora, toda la tropa que está en las trincheras ya sabe. En unos, la noticia ha causado alegría, en otros, los ha sumido en reflexiones tristes. Están meditabundos; se ve que luchan interiormente con ese fantasma del miedo a lo desconocido, porque muchos recibirán su bautismo de fuego, y para ellos es terrible la situación.
Las tropas del cabo están listas para hacer fuego de sorpresa, mientras las tropas paraguayas siguen avanzando por la carretera con la precaución que el peligro entraña; pero, sin saber de dónde recibirán la sorpresa.
El teléfono dejado por el cabo permite oír lo que habla:
—Ya están más cerca, están a ciento cincuenta metros... Están a cien... a cincuenta... Y de pronto se escucha la voz del cabo:
—¡Fuegooo!
El aire se llena de un sordo tronar de fusilería, la ametralladora lanza al espacio su carcajada de muerte y desolación. El monte multiplica el ruido de los disparos. Los corazones de los oficiales reunidos alrededor de Marzana que permanece impasible, parecen que van a saltar. El traquido de las detonaciones continúa. La sorpresa ha causado sus efectos. El cabo habla:
—Mi coronel, muchos han caído. La línea se ha deshecho... Ahora los sobrevivientes se han metido dentro del bosque. Disparan, pero no saben dónde nos encontramos. Mis soldados siguen disparando, hay muchas bajas en el camino. La demás tropa se protege dentro del monte. Hay gritería de los pilas. Muchos están heridos y se arrastran buscando el monte. Espero sus órdenes mi coronel.
—Siga sosteniéndose un momento más, observe sus movimientos. ¿No tiene heridos?
—No, mi coronel. Siento ruido de pisadas a mi derecha... Un momento... Aquí se escucha varios disparos. Era que un pila se había aproximado demasiado al puesto y allí dejó de existir. Su cuerpo acribillado de balazos a quemarropa se desplomó inerte sin lanzar ni un ¡ay! de dolor...
—Mi coronel, parece que nos están rodeando, me retiro—. Fue la voz del cabo, que luego desapareció. Sólo se escuchó allí, a los siete kilómetros, el estruendo de los disparos que pasaban o llegaban hasta el fortín como latigazos... Los soldaditos del puesto avanzado se retiraban después de haber cumplido con su deber...
Los oficiales cabizbajos, también se retiraban cada uno a sus puestos de combate. La alarma ha cundido dentro del fortín y, tanto oficiales como soldados, están listos para repeler el ataque enemigo.
Han pasado dos horas; los soldados del puesto avanzado fueron llegando poco a poco. No hubo bajas de parte de los nuestros... ¡Buena la misión cumplida...!
Al anochecer ha llegado otro grupo de soldados que se encontraban en el fortín Arce; son soldados del Regimiento Lanza, de caballería. Cada uno busca su posición dentro las fortificaciones del reducto.
Pronto la noche cae, y con él, el monte se viste con su negro manto. Los grillos y los sapos dan comienzo a su monótono cantar... ¡Música triste y lúgubre que enerva los sentidos...! ¡Música que nos habla de los abismos tenebrosos de la Muerte que ronda en la oscuridad de los bosques circundantes al fortín...
Se ha prohibido fumar o encender fuego..., el silencio es sepulcral. La vista y el oído se multiplican en su función avizora, queriendo rasgar la oscuridad de la noche para desentrañar los misterios que encierra la selva. La noticia de que el enemigo se encuentra cercano, ha hecho que nuestro sueño sea ligero, sobresaltado... Tememos que el enemigo nos sorprenda durante nuestro sueño y nos pase a degüello... ¡Miedo...! ¡Miedo de morir sin defenderse... ¡Pocos son los soldados que conocen a los soldados paraguayos! Y nosotros para ellos debemos ser seres extraños. Talvez nos consideran con plumas o... ¡qué se yo!; pero sí, sabemos que vienen a matar y que son nuestros enemigos...
¡Nada ya hay que hacer! Los acontecimientos se apresuran y no se dejarán esperar.
Ha prohibido el coronel que los soldados se alejen de sus trincheras. Deben permanecer en sus puestos en constante vigilancia. Los centinelas tienen mucho cuidado de dar una falsa alarma; mientras tanto sus compañeros descansan de las emociones del día.
A las diez de la noche se escuchan varios disparos, son las patrullas adelantadas que han chocado con las patrullas paraguayas que ya están en las proximidades del fortín. Luego... el silencio, un silencio que mata, que aterra nuestras almas.
El coronel Marzana redacta el parte que debe ser transmitido a Muñoz. Este es enviado al telefonista. Inmediatamente se siente la voz melosa que va dictando palabra por palabra.
¡Qué lejos nos encontrarnos de nuestras tropas! Nuestra retaguardia está protegida por pocos hombres. Se dice que son pocos, porque no alcanzan a doscientos hombres en Arce y Saavedra y unos cincuenta en Castillo. Y, están tan lejos, a seis leguas de Boquerón y una a Castillo. Mientras tanto, los pilas ya están frente a nuestras posiciones buscando los lados débiles de nuestro atrincheramiento.
¡Sabe Dios, lo que será mañana de nosotros...!
Nuestras plegarias al Cielo se elevan sinceras; cada uno hace una rememoración de su vida pasada, porque cerca ronda la Muerte...
8 de septiembre de 1932.
Ha pasado una noche tenebrosa. Los ánimos deprimidos ante el temor de un ataque de las tropas paraguayas a nuestras posiciones.
Se percibe un ruido intenso de camiones. Es la señal inequívoca de aproximación del enemigo. Nuestro jefe elevó el parte respectivo al Comando de Muñoz. La respuesta no se deja esperar.
“—Es necesario dominar el miedo”. Nos apresuramos a limpiar la maleza que rodea los parapetos. Las distancias de tiro están calculadas. Talamos callejones profundos en la maraña, por donde tendrán que avanzar obligadamente los “pilas”... “El enemigo avanza rápida y simultáneamente a lo largo de la Recta de Isla Poí - Boquerón, otra por el camino de Pozo Valencia. Son grandes masas de gente. No se cuidan de hacer ruido. No sospechábamos que los paraguayos planearan una ofensiva de grandes proporciones. Presentimos la derrota antes de comenzada la batalla decisiva.”
La situación se torna más comprometida. Nos sentimos solos. No podremos resistir la avalancha.
“Reunidos los oficiales alrededor del fuego, masticamos hojas de coca mezcladas con azúcar. Esto aquieta los nervios. ¿Es misión de cobertura la que nos está señalada? ¿Dónde está el grueso de nuestras fuerzas principales? Pienso y deduzco. Plaza sitiada, plaza tomada...” (My. Taborga)
Las sendas que conducen a Castillo, Ramírez y Puesto 14, son patrulladas constantemente, porque hay peligro de que se nos corte de un momento a otro. Las patrullas que rondaban en la noche, han vuelto al fortín. Nadie se mueve de las trincheras. El puesto de sanidad y de primeros auxilios con su personal e instrumental, preparado para la atención de heridos.
Se ha dado a conocer que tenemos muy pocas drogas, insuficientes para una acción de grandes proporciones. La contestación de la Sanidad de Arce es: “Los heridos deben ser evacuados a Arce”...
Se ha confirmado nuestra situación “DEBEMOS DEFENDERNOS EN NUESTRAS POSICIONES, SIN ABANDONARLAS BAJO NINGÚN PRETEXTO”
La pieza de artillería ha tomado posición frente al camino Boquerón - Isla Poí. Han sido nombrados los estafetas para proveer la munición, El ruido de los camiones pilas no ha cesado un momento. Parece que van concentrando gran cantidad de tropas frente a Boquerón. Los disparos aislados han sido intermitentes.
Las dos de la tarde. Los primeros disparos de artillería pesada. Pasan muy alto o por encimas de nuestras cabezas; es un disparo cada media hora. Hasta este momento no hay heridos. Nuestros soldados tienen orden de disparar, siempre que vean blancos o sea al enemigo real; no se debe disparar al azar.
En vista de que los disparos de artillería son peligrosos, los soldados construyen posiciones contra estas armas. El estruendo que producen las explosiones de los proyectiles de cañón, casi no les tememos, porque ellos explotan detrás de nuestras posiciones; pero, parecen disparos de sondeo; pues, las explosiones van acercándose poco a poco a nuestras posiciones. Algunos han caído dentro del fortín pero no causan gran efecto material.
Son las seis de la tarde. El combate se ha generalizado en el sector noreste, entre las picadas Antigua y Nueva a Isla Poí. Es un ensordecedor traqueteo de disparos. Los proyectiles vienen a converger al centro del fortín. Llegan los primeros heridos, uno de ellos tiene un disparo en el pecho. El proyectil le ha atravesado el pulmón derecho, respira con dificultad y el aire hace que la herida se abra y se cierre como la boca de un fuelle viejo.
Otro de los heridos tiene el brazo colgando, apenas le sostienen algunas fibras nerviosas; la sangre corre por la blusa de kaki, que también está destrozada; inmediatamente los cirujanos han amputado aquel brazo ya inutilizado. No ha sido necesario anestesiar, el dolor era tan intenso, que ni siquiera sintió la amputación. Otros heridos han sido atendidos, aunque no todos de gravedad. ¡Apenas dos agujeros en la pierna o en el brazo! Estos, pronto estarán empuñando de nuevo sus fusiles... Total, cinco heridos... ¿Muertos?... Hasta este momento nada más que uno... Los paraguayos también han debido tener su parte porque se ha escuchado ayes de dolor.
Los coroneles Marzana y Cuenca están en conferencia; parece que el ataque ha sido a la tropa del sector del Subcomandante, y por esto ha venido a darle el respectivo parte.
Pronto la noche viene; pero, el fuego de artillería continúa cada cuarto de hora. No deja descansar, ni cerrar los ojos. Parece que se prepara un ataque para mañana y quiere el enemigo que nos aniquilemos... Nadie duerme.
Hay muchísimo más para leer. Para descargar el libro, hacer clic aquí: http://www.mediafire.com/?xrvv829dvrp0cfc
La obra BOQUERÓN, de Antonio Arzabe Reque, a diferencia de algunas escritas sobre la Campaña del Chaco, tiene el gran mérito de haber sido creada por un actor auténtico de la guerra, el que dentro del ambiente que le rodeó, ha logrado captar las realidades de las varias acciones que conformaron la Defensa de Boquerón.
ANTONIO ARZABE REQUE, soldado raso del Regimiento “Campos” 6 de Infantería, ha vivido junto con sus camaradas las horas angustiosas del famoso “cerco”. Psicólogo y de espíritu reposado, interpreta fielmente las distintas reacciones de los diferentes combatientes en los momentos intensos de lucha, en las horas de exacerbante calma, haciendo vivir el cuadro real al lector.
Sus palabras, expresadas en forma sencilla, sus razonamientos y críticas se ajustan a la realidad. Es la narración ordenada de lo que ve y siente un soldado que por su jerarquía no puede penetrar al pensamiento, concepción y decisiones de los Comandos; pero, sin embargo, a través de las órdenes y pequeñas acciones interpreta el espíritu de los Jefes.
BOQUERON antes de ser impresa, fue sometida a la opinión pública en forma de ensayos, conferencias, difundida fraccionariamente por las radioemisoras de Oruro y en alguna ocasión radioteatralizada, habiendo tenido buena acogida por la crítica. No dudo que por su estilo claro, la descripción cruda y real, la fe en el patriotismo y rendimiento del soldado boliviano sea una obra bien aceptada por los círculos intelectuales del país.
El autor, con extremada paciencia, ha ido compilando día a día en plena guerra, los acontecimientos que sucedían a su alrededor. Su Diario de Campaña, base de la presente obra, fue escrito en los intervalos de la lucha cuerpo a cuerpo, en los instantes de calor abrasador que enmudecía las ametralladoras o robando a su sueño los momentos más preciosos.
Gustará el lector del intenso drama y vivirá intensamente las minutos de excelso heroísmo de la defensa de Boquerón.
Tcnl. DEM. Augusto Ríos R.
ANTONIO ARZABE REQUE
BOQUERÓN
DIARIO DE CAMPAÑA
Mes del sitio del glorioso reducto chaqueño
ORURO - BOLIVIA
1961
Homenaje a todos los caídos en la Campaña del Chaco y a los que aún sobreviven a aquella hecatombe nacional.
EL AUTOR
A MANERA DE PROLOGO
Querido lector:
Pongo en tus manos, una obra nacida en gran parte, en las mismas arenas del Chaco; escrita en los momentos cruciales del combate, y bajo el influjo del dolor y la desesperación.
Toda ella siguió la ruta del cautiverio y fue salvada de los actos de requisa a que sometían los inspectores paraguayos en la vida de cautividad.
Encontrarás en ella, muchos trozos extractados del libro “Boquerón”, del Mayor Alberto Taborga, y del libro “La Guerra del Chaco”, del Coronel Aquiles Vergara Vicuña; los he tomado, porque ellos me trajeron a la memoria muchos actos que había olvidado.
La presente obra no aspira a ser un trabajo de literatura. Es un diario de guerra, escrito por un soldado modesto, que no anhela otra cosa que dar a conocer una etapa gloriosa de las actuaciones de nuestros soldados, oficiales y jefes a quienes el destino señaló actuar en el REDUCTO DEL FORTÍN BOQUERÓN. Y si lo doy a publicidad, no es mi deseo, sino la voluntad de la Federación Departamental de Ex Combatientes de Oruro, quienes me ordenaron en asamblea darlo a conocer por intermedio del diario “La Patria” de la ciudad de Oruro, con motivo del Mes del Sitio de Boquerón. Sea en buena hora; porque de esta manera, he levantado el espíritu deprimido de los ex combatientes de la Guerra del Chaco, y, porque de esta manera han conocido las generaciones presentes, y conocerán las que vienen, la página más gloriosa escrita de un puñado de valientes, allí en la Guerra del Chaco.
Muchas veces se oye o se lee en carteles, periódicos, o en los labios de los mismos ex combatientes las palabras “Boquerón”, “Alihuatá”, “Kilómetro 7”, etc., sin saber qué significan aquellos nombres, sin que se den cuenta qué representan éstos; sonando de esta manera en los oídos de los jóvenes de hoy como una cosa hueca, sin importancia… Pero ahora lector: lee el presente libro, porque él representa el himno sacro a la heroicidad de nuestros soldados que lucharon en las candentes arenas del Chaco para salvar de la codicia de un país vecino nuestros yacimientos petrolíferos del Sudeste, en cuya defensa se inmolaron más de 50.000 bolivianos... Todos, por salvar la dignidad de la Patria y sus sacros intereses.
Por esta razón, he puesto en el presente trabajo, todo mi empeño y esfuerzo; pero si encuentras defectos o errores de dicción, no critiques, ya que mi intención es hacer una obra de carácter cívico.
Al leer esta obra, no sólo debes pensar en los que actuaron en Boquerón; sino, en todos los ex combatientes delChaco; ya que todos ellos se sacrificaron por igual y casi en las mismas condiciones. Estos sufrieron en mayor o menor grado las mismas penalidades de la guerra, las mismas contingencias y es para ellos que se escribe; para cantar los fastos heroicos desde Boquerón a Villa Montes.
Nada tiene de bello; porque los actos inhumanos que se desarrollan en toda guerra, carecen de la belleza que tienen los actos que suceden en un ambiente de paz y de trabajo. Por esto querido lector, lee el presente libro con la sana intención de prometerte a ti y a la humanidad, de laborar siempre por la conservación del orden, del trabajo y la paz de los hombres en este mundo llena de horrores y de lágrimas.
EL AUTOR
ANTECEDENTES DE LA GRAU BATALLA DEL FORTÍN BOQUERÓN
Junio, Julio y Agosto de 1932.
Estos meses han sido de grandes acontecimientos en la vida relativamente tranquila del Chaco; a pesar de que, siempre han existido emboscadas de patrullas o la caza de centinelas, en los que morían o resultaban bajas de parte de los paraguayos y bolivianos, cuyos nombres han servido para denominar los puestos avanzados o los fortines que resguardan contra posibles sorpresas del enemigo.
Después, todo era monotonía. Los días pasaban dentro de la modorra y el fastidio del calor y los mosquitos. Sólo en los fortines donde habían mujeres, éstas se entregaban a la tarea de tejer intrigas entre la oficialidad joven, las mismas que ocasionaban, rencillas, celos y, por qué no decirlo, hasta uno que otro duelo, que nunca se llevaba a efecto “por culpa de los padrinos... “, que siempre sabían subsanar el honor mancillado.
JUNIO... Se descubre la existencia de tropas paraguayas en Laguna Chuquisaca. Se comisiona al Mayor Oscar Moscoso Gutiérrez para ocupar el lado occidental de dicho lago; pero la orden no tiene un límite y la indiscreción de un joven militar arrastra a la Patria dentro de la hoguera de la guerra, donde se desangrará la Nación Boliviana por espacio de tres años y en la que ofrendarán su vida más de 50.000 ciudadanos.
A las acciones de Laguna Chuquisaca, continúan otras, aumentando estas en volumen e importancia; tales son: la toma por tropas bolivianas de Corrales, Toledo, Huijay, y por último, la del Fortín Boquerón, el 28 de julio de 1932.
Es aquí donde encontramos a nuestras tropas ocupando el fortín; ya no se mueven; sólo en otros lugares se producen otras “ocupaciones” de fortines paraguayos. Luego viene un cese de actividades. Están satisfechos los bolivianos con las “victorias” de sus armas, esperando de esta manera dar un escarmiento a las fuerzas paraguayas del que la diplomacia boliviana querría sacar ventaja; pero... las fuerzas enemigas tan solo han hecho un repliegue.
En La Paz, la voz de las multitudes grita “Hasta Asunción! “. Salamanca, por su parte, se dirige al pueblo y arenga: “Pisemos fuerte en el Chaco”, sin pensar que el Chaco está guarnecido por un miserable ejército, casi sin armas, sin municiones, sin un elemental sistema de aprovisionamiento. Sin embargo, se piensa seguir adelante. Es decir, hacia el fortín paraguayo Isla Poí, lugar donde las fuerzas paraguayas se han replegado y donde seguramente tienen un sistema de fortificaciones bien organizado, con un ferrocarril a sus puertas, caminos bien trazados y trabajados. Allí sería la tumba de nuestro ejército; mientras nuestra retaguardia quedaría totalmente desguarnecida, porque somos pocos. Y esto lo saben muy bien nuestros generales; pero, nosotros los soldados no tenernos derecho a hacer consideraciones...
Primeros días de septiembre de 1932.
El general Quintanilla da parte de algunas novedades ocurridas en el Chaco Boreal:
“...Fuerte patrulla destacada de Arce para verificar supuesto abandono Fortín Rojas Silva, constató hallarse ocupado por una sección o una compañía (paraguaya)...“ “...Regimiento 14 viajó sin armamento ni munición, los que proveyéronse Batallón Lairana...“ “...resto esperará sus armas” (que debían llegar recién de La Paz)...
Mientras tanto, ¿qué ocurría allí, en el reducto que ocupaban 430 soldados en Boquerón?
Hace ya más o menos un mes que este fortín paraguayo está en nuestro poder. Ha costado sangre su captura; varias vidas se han inmolado en sus trágicas sendas; el coronel Luis Aguirre y 16 soldados son muertos y muchos los heridos.
Se hacen preparativos para un nuevo avance hacia Isla Poí. Pero tenemos noticias que existen tropas enemigas diseminadas en las picadas que conducen a dicho fortín. Lo hemos constatado porque una patrulla nuestra ha sido aniquilada. Los sobrevivientes nos indican que en el trayecto no existe agua. Nosotros no tenemos ni un carro aguatero que nos provea de este elemento tan necesario para nuestras ametralladoras pesadas y para el sustento de la tropa combatiente sobre una marcha de cuarenta kilómetros, con un sol que calcina, que quema y sofoca... Y más aún, somos tan pocos... ¡Qué difícil se presenta poder amagar al fortín paraguayo Isla Poi...!
Dentro el Reducto de Boquerón.
Se escucha dentro el monte, el ruido seco de los golpes del hacha, cavar de zanjas, órdenes de los superiores que indican mayor vigilancia hacia el enemigo. Los “pahuichis” (habitaciones subterráneas o a ras de tierra) del comandante y del puesto sanitario, ya han sido construidos. Lo mismo los de comandos de compañías... Sólo allá en la linde del monte, se mueven sombras... Son las patrullas que recorren silenciosas, escrutando la selva, alertas a cualquier ruido de la maraña. Las sendas también son motivo de reconocimiento.
Esta mañana sobrevoló un avión boliviano; dejó caer un parte y en él nos comunicaba que hay movimiento de tropas paraguayas sobre el camino que conduce a Isla Poí...
Parece que son ellos los que tomarán la iniciativa del ataque. El coronel Marzana, comandante del reducto, ha enviado un parte al coronel Peña.
Todos los soldados viven momentos de verdadera tensión nerviosa. Nadie abandona su fusil, comen, duermen y van a todo lugar con el fusil debajo del brazo.
“La inminencia del peligro nos une fraternalmente a oficiales y soldados...“ “... los rastros de los satinadores paraguayos van haciéndose más notorios y frecuentes”... “Hace días el subteniente Humberto Núñez del Prado regresó de un reconocimiento a Pozo Valencia”. ¿Qué trajo? Dos soldados heridos; uno de ellos, el soldado Alvarado. Parece que lo veo..., tiene la mandíbula destrozada, la lengua partida. Es difícil curarlo; ¡es terrible! ...la cara destrozada presenta un cuadro dantesco. Sangre que le sale a borbotones... imposible hacerla parar. Su agonía ha empezado... Ha perdido tanta sangre, que pronto muere... Otra fosa que se abre dentro del fortín. Un defensor menos y varios que se van a retaguardia a restañar sus heridas... Pero, el monte impasible sigue guardando su incógnita hasta muy pronto. Sólo los animales dan la nota típica con sus estridentes y lúgubres gritos. El espíritu de la guerra prepara sus fauces, para tragarnos, para triturarnos dentro de sus descarnados miembros... ¡Es la letanía de la Muerte que se avecina!
Les oficiales, mientras tanto van comentando: “Si nosotros constituimos la vanguardia hacia el enemigo, si somos punta de lanza de la conquista, si debemos llegar los primeros a las márgenes del Río Paraguay, ¿cómo es que no tenemos cañones, fusiles, municiones, víveres, agua, zapatos, una elemental estación de radio, o un destartalado camión aguatero? ¿Serán los estadistas y los generales unos dementes irresponsables…”
7 de Septiembre de 1932.
Hoy ha amanecido con una claridad primaveral. El límpido cielo chaqueño da su señal de que tendremos un día caluroso. No hay noticias de que el comando haya resuelto atacar al fortín Isla Poí. Jefes y oficiales se reúnen en el puesto de Comando; no sabemos de qué han tratado.
A las tres de la tarde, tres camiones llegan al fortín conduciendo víveres, municiones y soldados. Más o menos a las tres y cuarenta y cinco minutos se oye ruido de motores hacia el lado boliviano. Son aviones nuestros, que se dirigen hacia Isla Poí.
Han pasado varios minutos, cuando de pronto se escucha la explosión de varias bombas que han dejado caer en el fortín paraguayo. Al retornar, dejan caer dentro de Boquerón, una bolsa que contiene cartas y periódicos.
Nuestros puestos de avanzada, distantes a siete kilómetros de Boquerón, tienen la misión de dar parte telefónico cada hora. Entre los partes arrojados por el avión, existe uno en el que nos indica que tropas paraguayas avanzan por los dos caminos que conducen a ese fortín. Asimismo nos indican que tengamos cuidado y reforcemos nuestra vigilancia.
Noticias de La Paz: “La alta sociedad, se afana en dar los últimos toques a un gran baile de fantasía. ¡Se trata de seleccionar a las bellezas departamentales!”
El general Lanza desde su sector, ha enviado el siguiente parte: “Servicio de retaguardia no colabora. Escasez de gasolina es desesperante, insinúo conminarse se recuerde existencia Tercera División que sirve a la Patria y no intereses particulares. (Fdo.) Gral. Lanza.”
Los soldados y oficiales se reúnen en grupos para comentar: —Ahora parece que la cosa es seria— dice un soldado, y continúa: —Los pilas se nos vienen encima.
—Hubiese deseado que nos den un poco de tiempo más, para arreglar nuestras posiciones —replica otro— ya que se adelantaron a nosotros, no hay más que recibirlos dignamente; que no digan que somos flojos en la guerra y que nos dormimos en el fortín que nos han cedido.
Mientras tanto, en las trincheras, los soldados se mueven como hormigas de un lado a otro, reforzando parapetos, construyendo troneras, despejando el campo de tiro y haciendo cálculos de distancias.
Ha sonado el teléfono del puesto avanzado. Es el cabo que comanda el grupo. Es una llamada urgente. El telefonista corre a buscar al coronel Marzana, quien viene acompañado del teniente Taborga y varios oficiales. Entre ellos se encuentra el coronel Cuenca. Estos se reúnen alrededor del teléfono. Habla desde el otro lado el cabo:
—Aló, ¿con quién?
—Con el Comandante del Destacamento coronel Marzana, —responde la voz viril del jefe del reducto.
—Mi coronel, desde este puesto estamos viendo que los pilas avanzan; esperamos sus órdenes.
—¿A qué distancia están? —pregunta Marzana.
—Más o menos a mil metros, mi Comandante.
—Bien, esperen a que se encuentren cerca, entren en posición, no se delaten y cuando tengan sus blancos asegurados y bien distribuidos, hagan fuego. No desperdicien la munición. Me dará parte de todo; mejor si deja el teléfono sin colgar. Aquí estaré para saber. Siga observando.
Los oficiales que estaban cerca del coronel, estaban callados. Tan sólo las miradas se buscaban, como diciéndose: ¡Ahora es verdad... La guerra comienza...; pero será terrible, sangrienta y hasta el fin…
Nuevamente se escucha la voz del cabo que dice:
—Mi coronel, están a quinientos metros. Son muchos, vienen en filas a ambos lados del camino. Hay tres hombres que vienen detrás, parecen oficiales, mis soldados están apuntando sus armas... esperan mis órdenes para disparar, he ordenado que nadie hable. Mis soldados tienen órdenes de no moverse de sus puestos, mientras podamos resistir.
—Bien, cabo, —-replica Marzana— conserven su serenidad y calma y, cuando vean que ya es imposible continuar, se retirarán sin dejar armas y recogiendo el teléfono. Deben retirarse en todo orden. Ahora siga observando.
—Atrás vienen como doscientos soldados en columnas; sus uniformes son verdes, usan sombrero en lugar de gorra... Están a doscientos metros. Avanzan rápido. Ahora lo dejo mi coronel, ya están próximos; dejo el teléfono para que escuche mis órdenes a los soldados, le hablaré dentro de un momento...
La proximidad de las tropas paraguayas, ha enmudecido a los oficiales que rodean el teléfono. Esta noticia ha corrido como reguero de pólvora, toda la tropa que está en las trincheras ya sabe. En unos, la noticia ha causado alegría, en otros, los ha sumido en reflexiones tristes. Están meditabundos; se ve que luchan interiormente con ese fantasma del miedo a lo desconocido, porque muchos recibirán su bautismo de fuego, y para ellos es terrible la situación.
Las tropas del cabo están listas para hacer fuego de sorpresa, mientras las tropas paraguayas siguen avanzando por la carretera con la precaución que el peligro entraña; pero, sin saber de dónde recibirán la sorpresa.
El teléfono dejado por el cabo permite oír lo que habla:
—Ya están más cerca, están a ciento cincuenta metros... Están a cien... a cincuenta... Y de pronto se escucha la voz del cabo:
—¡Fuegooo!
El aire se llena de un sordo tronar de fusilería, la ametralladora lanza al espacio su carcajada de muerte y desolación. El monte multiplica el ruido de los disparos. Los corazones de los oficiales reunidos alrededor de Marzana que permanece impasible, parecen que van a saltar. El traquido de las detonaciones continúa. La sorpresa ha causado sus efectos. El cabo habla:
—Mi coronel, muchos han caído. La línea se ha deshecho... Ahora los sobrevivientes se han metido dentro del bosque. Disparan, pero no saben dónde nos encontramos. Mis soldados siguen disparando, hay muchas bajas en el camino. La demás tropa se protege dentro del monte. Hay gritería de los pilas. Muchos están heridos y se arrastran buscando el monte. Espero sus órdenes mi coronel.
—Siga sosteniéndose un momento más, observe sus movimientos. ¿No tiene heridos?
—No, mi coronel. Siento ruido de pisadas a mi derecha... Un momento... Aquí se escucha varios disparos. Era que un pila se había aproximado demasiado al puesto y allí dejó de existir. Su cuerpo acribillado de balazos a quemarropa se desplomó inerte sin lanzar ni un ¡ay! de dolor...
—Mi coronel, parece que nos están rodeando, me retiro—. Fue la voz del cabo, que luego desapareció. Sólo se escuchó allí, a los siete kilómetros, el estruendo de los disparos que pasaban o llegaban hasta el fortín como latigazos... Los soldaditos del puesto avanzado se retiraban después de haber cumplido con su deber...
Los oficiales cabizbajos, también se retiraban cada uno a sus puestos de combate. La alarma ha cundido dentro del fortín y, tanto oficiales como soldados, están listos para repeler el ataque enemigo.
Han pasado dos horas; los soldados del puesto avanzado fueron llegando poco a poco. No hubo bajas de parte de los nuestros... ¡Buena la misión cumplida...!
Al anochecer ha llegado otro grupo de soldados que se encontraban en el fortín Arce; son soldados del Regimiento Lanza, de caballería. Cada uno busca su posición dentro las fortificaciones del reducto.
Pronto la noche cae, y con él, el monte se viste con su negro manto. Los grillos y los sapos dan comienzo a su monótono cantar... ¡Música triste y lúgubre que enerva los sentidos...! ¡Música que nos habla de los abismos tenebrosos de la Muerte que ronda en la oscuridad de los bosques circundantes al fortín...
Se ha prohibido fumar o encender fuego..., el silencio es sepulcral. La vista y el oído se multiplican en su función avizora, queriendo rasgar la oscuridad de la noche para desentrañar los misterios que encierra la selva. La noticia de que el enemigo se encuentra cercano, ha hecho que nuestro sueño sea ligero, sobresaltado... Tememos que el enemigo nos sorprenda durante nuestro sueño y nos pase a degüello... ¡Miedo...! ¡Miedo de morir sin defenderse... ¡Pocos son los soldados que conocen a los soldados paraguayos! Y nosotros para ellos debemos ser seres extraños. Talvez nos consideran con plumas o... ¡qué se yo!; pero sí, sabemos que vienen a matar y que son nuestros enemigos...
¡Nada ya hay que hacer! Los acontecimientos se apresuran y no se dejarán esperar.
Ha prohibido el coronel que los soldados se alejen de sus trincheras. Deben permanecer en sus puestos en constante vigilancia. Los centinelas tienen mucho cuidado de dar una falsa alarma; mientras tanto sus compañeros descansan de las emociones del día.
A las diez de la noche se escuchan varios disparos, son las patrullas adelantadas que han chocado con las patrullas paraguayas que ya están en las proximidades del fortín. Luego... el silencio, un silencio que mata, que aterra nuestras almas.
El coronel Marzana redacta el parte que debe ser transmitido a Muñoz. Este es enviado al telefonista. Inmediatamente se siente la voz melosa que va dictando palabra por palabra.
¡Qué lejos nos encontrarnos de nuestras tropas! Nuestra retaguardia está protegida por pocos hombres. Se dice que son pocos, porque no alcanzan a doscientos hombres en Arce y Saavedra y unos cincuenta en Castillo. Y, están tan lejos, a seis leguas de Boquerón y una a Castillo. Mientras tanto, los pilas ya están frente a nuestras posiciones buscando los lados débiles de nuestro atrincheramiento.
¡Sabe Dios, lo que será mañana de nosotros...!
Nuestras plegarias al Cielo se elevan sinceras; cada uno hace una rememoración de su vida pasada, porque cerca ronda la Muerte...
8 de septiembre de 1932.
Ha pasado una noche tenebrosa. Los ánimos deprimidos ante el temor de un ataque de las tropas paraguayas a nuestras posiciones.
Se percibe un ruido intenso de camiones. Es la señal inequívoca de aproximación del enemigo. Nuestro jefe elevó el parte respectivo al Comando de Muñoz. La respuesta no se deja esperar.
“—Es necesario dominar el miedo”. Nos apresuramos a limpiar la maleza que rodea los parapetos. Las distancias de tiro están calculadas. Talamos callejones profundos en la maraña, por donde tendrán que avanzar obligadamente los “pilas”... “El enemigo avanza rápida y simultáneamente a lo largo de la Recta de Isla Poí - Boquerón, otra por el camino de Pozo Valencia. Son grandes masas de gente. No se cuidan de hacer ruido. No sospechábamos que los paraguayos planearan una ofensiva de grandes proporciones. Presentimos la derrota antes de comenzada la batalla decisiva.”
La situación se torna más comprometida. Nos sentimos solos. No podremos resistir la avalancha.
“Reunidos los oficiales alrededor del fuego, masticamos hojas de coca mezcladas con azúcar. Esto aquieta los nervios. ¿Es misión de cobertura la que nos está señalada? ¿Dónde está el grueso de nuestras fuerzas principales? Pienso y deduzco. Plaza sitiada, plaza tomada...” (My. Taborga)
Las sendas que conducen a Castillo, Ramírez y Puesto 14, son patrulladas constantemente, porque hay peligro de que se nos corte de un momento a otro. Las patrullas que rondaban en la noche, han vuelto al fortín. Nadie se mueve de las trincheras. El puesto de sanidad y de primeros auxilios con su personal e instrumental, preparado para la atención de heridos.
Se ha dado a conocer que tenemos muy pocas drogas, insuficientes para una acción de grandes proporciones. La contestación de la Sanidad de Arce es: “Los heridos deben ser evacuados a Arce”...
Se ha confirmado nuestra situación “DEBEMOS DEFENDERNOS EN NUESTRAS POSICIONES, SIN ABANDONARLAS BAJO NINGÚN PRETEXTO”
La pieza de artillería ha tomado posición frente al camino Boquerón - Isla Poí. Han sido nombrados los estafetas para proveer la munición, El ruido de los camiones pilas no ha cesado un momento. Parece que van concentrando gran cantidad de tropas frente a Boquerón. Los disparos aislados han sido intermitentes.
Las dos de la tarde. Los primeros disparos de artillería pesada. Pasan muy alto o por encimas de nuestras cabezas; es un disparo cada media hora. Hasta este momento no hay heridos. Nuestros soldados tienen orden de disparar, siempre que vean blancos o sea al enemigo real; no se debe disparar al azar.
En vista de que los disparos de artillería son peligrosos, los soldados construyen posiciones contra estas armas. El estruendo que producen las explosiones de los proyectiles de cañón, casi no les tememos, porque ellos explotan detrás de nuestras posiciones; pero, parecen disparos de sondeo; pues, las explosiones van acercándose poco a poco a nuestras posiciones. Algunos han caído dentro del fortín pero no causan gran efecto material.
Son las seis de la tarde. El combate se ha generalizado en el sector noreste, entre las picadas Antigua y Nueva a Isla Poí. Es un ensordecedor traqueteo de disparos. Los proyectiles vienen a converger al centro del fortín. Llegan los primeros heridos, uno de ellos tiene un disparo en el pecho. El proyectil le ha atravesado el pulmón derecho, respira con dificultad y el aire hace que la herida se abra y se cierre como la boca de un fuelle viejo.
Otro de los heridos tiene el brazo colgando, apenas le sostienen algunas fibras nerviosas; la sangre corre por la blusa de kaki, que también está destrozada; inmediatamente los cirujanos han amputado aquel brazo ya inutilizado. No ha sido necesario anestesiar, el dolor era tan intenso, que ni siquiera sintió la amputación. Otros heridos han sido atendidos, aunque no todos de gravedad. ¡Apenas dos agujeros en la pierna o en el brazo! Estos, pronto estarán empuñando de nuevo sus fusiles... Total, cinco heridos... ¿Muertos?... Hasta este momento nada más que uno... Los paraguayos también han debido tener su parte porque se ha escuchado ayes de dolor.
Los coroneles Marzana y Cuenca están en conferencia; parece que el ataque ha sido a la tropa del sector del Subcomandante, y por esto ha venido a darle el respectivo parte.
Pronto la noche viene; pero, el fuego de artillería continúa cada cuarto de hora. No deja descansar, ni cerrar los ojos. Parece que se prepara un ataque para mañana y quiere el enemigo que nos aniquilemos... Nadie duerme.
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Es un libro tristemente emotivo, donde la mezcla de heroismo por tu Patria e indignacion por sus politicos se juntan para dar a luz un libro real, una historia verdadera escrita por un protagonista que vivio para contarla.
ResponderEliminarSoy un privilegiado por que a mi me lo conto muchisimas veces en las sobremesas y jamas note que me contaba la misma historia, cada vez que relataba lo hacia con nuevas emociones, con renovados sentimientos..... un lujo de hombre y patriota.
Es un libro tristemente emotivo, donde la mezcla de heroismo por tu Patria e indignacion por sus politicos se juntan para dar a luz un libro real, una historia verdadera escrita por un protagonista que vivio para contarla.
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